Miami estaba hirviendo, el clima torrido de la mas grande ciudad latina fuera de latinoamerica, empapaba mi frente. Yo seguia como cordero a todos los pasajeros, para ver adonde tenia que ir, definitivamente era territorio nuevo.
Media hora antes, frente a mi el territorio de la isla de Cuba aparecia en la ventanilla del avion con un verde intenso y sobre todo con el sorprendente color de sus aguas, estaba convencido : ya faltaba poco para estar en Miami.
El aeropuerto era nuevo, olia a nuevo , todo relucia , minutos despues me estaba enterando que si, el lugar en que me encontraba era la nueva ala del aeropuerto de Miami.Impecable, casi sin usar, con la ultima tecnologia para evitar que entre alguien que no debe entrar.
El oficial de inmigracion americano ( un cubano-americano de sonrisa amable, pero de mirada penetrante) reviso mi pasaporte, me miro fijamente y alli me pidio el bendito sobre lacrado por la embajada americana en Lima.
Me pidio que lo acompaniara a la oficina de migraciones y alli en un ambiente comodo tuve que esperar una hora hasta que una oficial con cara de cansancio y hartazgo abrio el sobre, reviso los papeles y me pidio que firmara algunos.
Bienbenido a los Estados Unidos dijo como tramite, y me dijo vaya por esa puerta.
Completamente desubicado, sali a buscar las maletas ( que pesaban como si trajera tierra del Peru) y luego a correr para encontrar el mostrador de mi vuelo a Washington que salia en 10 minutos.
Un angel de la gurdia que aparecia con la figura de una oficial de policia americana, se cruzo en mi camino, me acompanio medio aeropuerto hasta que encontrara el bendito mostrador y alli les dijo a los empleados que apuraran las maletas que el vuelo ya salia.
Corri, solo eso, corri como mas pude y llegue cuando ya el ultimo pasajero entraba al avion.
Washington estaba a la vuelta de la esquina.
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